Inició sus estudios de órgano el año 2003 con el profesor Waldo Papu en el órgano misional de Santa Ana de Velasco. Continuó recibiendo clases con los intérpretes Masaru Sakuma y Sachiko Sakuma, habiendo sido también alumno del profesor colombiano Carlos Arturo Ziluaga Molina.
El año 2009 estudió clavecín con la maestra italiana Rossana Dambrosio en Urubichá y en Santa Cruz.
Desde 2010 al 2015 estudió piano con la profesora Marianne Dietze en Santa Cruz Cruz de la Sierra gracias a una beca otorgada por la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC).
En el año 2010 estudió con el Maestro Stephen Roberts en el órgano de Santiago de Chiquitos y en diciembre de 2016 realizó clases magistrales con el Maestro Francis Chaplet en Abarca de Campos- España.
Participó en el Lanzamiento Mundial de las Misiones de Chiquitos, el 26 de marzo del 2006, y en el Lanzamiento Turístico de Santa Ana de Velasco el 27 de agosto de 2007. Participó como solista en el IX Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca América “Misiones de Chiquitos” en el órgano misional de Santa Ana de Velasco.
Los órganos en las Misiones Jesuíticas de Chiquitos
Texto: Padre Piotr Nawrot.
Edición: Rubens Barbery Knaudt
El órgano de Santa Ana es el único órgano original creado por Martín Schmidt y completamente funcional hasta hoy.
Los tres grandes constructores e instructores de órganos de los indios fueron Antonio Sepp, Martín Schmid y Florián Paucke. Ninguno de ellos practicó este arte en Europa. Dos razones originaron la empresa: primero, las necesidades de la liturgia; segundo, la orden de los superiores de contar con este instrumento en las iglesias misionales. En cada iglesia hubo al menos uno, a menudo dos y a veces hasta tres órganos, entre “nuevos” y “antiguos”, “grandes” y “pequeños”, positivos, etc. Es difícil precisar hasta qué punto los primeros modelos fabricados por los tres misioneros eran reproducidos por los indígenas para las iglesias vecinas. No obstante, los artesanos indígenas fueron asignados a la fabricación del instrumento y aprendieron el arte de hacerlo[1]. En vista a que los órganos eran utilizados para acompañar voces e instrumentos y no tan sólo para música de teclado, su afinación correspondía a la de cornetas, trompetas, chirimías y otros. Eran instrumentos grandes, congruentes con el tamaño de los templos en los cuales estaban instalados. Sus cajas de resonancia estaban hermosamente adornadas “a modo de retablos . . . con muchos serafines y otras figuras que los circuyen”[2]. Previamente a la utilización de órgano, los conjuntos musicales habían sido acompañados generalmente por arpas o laúdes, cítaras y, más tarde, tiorbas[3].
A juzgar por los inventarios, a la hora de la expulsión (1767), en las 10 iglesias chiquitanas había 18 órganos, desde grandes hasta medianos y pequeños (positivos), todos con flautas de estaño; algunos incluían también tubos de palo. La cantidad de instrumentos variaba de pueblo a pueblo. De este modo, en San Xavier y San José había tres órganos; en San Rafael, San Ignacio, San Miguel y Santiago, dos; mientras que, en Santa Ana, Concepción, Santo Corazón de Jesús y San Juan, uno. Al menos tres de los instrumentos “grandes” fueron erigidos por Martín Schmid: en San Rafael, San Xavier y Concepción. Aparte de ello, para la iglesia de San Xavier, Schmid llevó consigo un órgano positivo de seis registros, que el misionero mismo mandó hacer en Potosí, con un constructor del lugar.[4]
El provincial Herrán y jóvenes estudiantes se detuvieron en Córdoba. A Schmid y a otros tres sacerdotes[5] les quedaba todavía un camino mucho más largo del que habían hecho recientemente. Chiquitos, en efecto, distaba alrededor de cincuenta leguas de Córdoba[6]. Debían pasar por Potosí, aquel municipio de los españoles, célebre por sus venas, inagotables durante siglos. Estas no impresionaban en absoluto a Schmid, cuya única preocupación era llevarse consigo un órgano de tubos de metal (aerisonum); pues había un artesano en Potosí, quien fabricaba instrumentos musicales. Y ya entonces, Schmid comenzó a beneficiar en grande a la Chiquitania.
Schmid sabía tocar el órgano con gran pericia, pero no sabía fabricarlo. Por ello con toda atención observó el taller del artesano yendo de aquí para allá: cuál debía ser la mezcla apropiada para el bronce, con qué espesor debían hacerse los tubos mayores y los menores para producir el sonido grave, mediano o agudo; y así mismo, con qué proporción se debían hacer las lengüetas, los conductos, las teclas, la cámara de aire, etcétera, para que suene con el temperamento adecuado. ¿Para qué decir más? Schmid había nacido y estaba hecho no solo para las artes especulativas sino también para las manuales, de modo que muy pronto de discípulo llegó a ser maestro.
Concluido el trabajo, salió de Potosí, no cargado de plata (pues en Chiquitos esta no tenía ninguna utilidad, salvo para el adorno del templo) sino con su órgano, que lo prefería a todas las riquezas. Entonces, alegre, se apresuró hacia Santa Cruz de la Sierra, puerta para ir a los pueblos de Chiquitos. Pero llegó allí en primavera, tiempo en el cual anualmente las vías se inundan a no dar más por las lluvias; los campos y valles cubiertos de agua como un mar impiden seguir camino. Por lo cual, Schmid y sus compañeros tuvieron que detenerse hasta que el calor del verano secara la inundación[7].
[4] Martín Schmid, “Carta enviada desde Chuquisaca, el 18 de mayo de 1730 al hermano Francisco Silvano en Baar”, en Werner Hoffmann, Vida y obra del P. Martín Schmid S.J. (1694 – 1772). Misionero suizo entre los chiquitanos. Músico, artesano, arquitecto y escultor (Buenos Aires: FECIC, 1981), p. 137.